05 OCTUBRE 2020
Estimados lectores,
China ha invertido en tecnología durante décadas como una forma de aumentar su poder económico y control sobre los ciudadanos. Esta adhesión a la tecnología ha demostrado ser beneficiosa en la lucha contra COVID-19, que devastó el país al comienzo de la pandemia. Se suministraban suministros médicos a través de drones y vehículos autónomos para evitar el contacto de persona a persona. Las imágenes satelitales se combinaron con tecnología de Inteligencia Artificial para supervisar la construcción acelerada de hospitales improvisados. Los casos fueron rastreados a través de la aplicación popular, WeChat, que cuenta con una multitud de características para el usuario y es utilizada por casi todos los ciudadanos del país. Sin embargo, estas aplicaciones de vigilancia han estimulado recientemente el debate en el país porque continúan utilizándose a pesar de la escasez en los casos de COVID-19. Pero no entremos (todavía) en el tema ético del dato. En general, China utilizó con éxito la tecnología para ayudar a combatir COVID-19, pero su metodología es difícil de duplicar en otros países que no aceptan la tecnología que monitorea de cerca a sus ciudadanos con mínimas garantías de privacidad.
Estos enlaces lo explican más en detalle: